Dejamos una crónica fotográfica del evento aquí.
En principio, cabe decir que se trata de una novela negra, con todos los ingredientes propios del género. La historia es muy sencilla en sí misma: la desaparición de un vecino de Buenache de Alarcón que, al poco, se convierte en asesinato, cuyo móvil es muy confuso, descartándose algo que sería muy lógico en estos tiempos, como es el robo.
En principio, cabe decir que se trata de una novela negra, con todos los ingredientes propios del género. La historia es muy sencilla en sí misma: la desaparición de un vecino de Buenache de Alarcón que, al poco, se convierte en asesinato, cuyo móvil es muy confuso, descartándose algo que sería muy lógico en estos tiempos, como es el robo.
La narración está dentro de lo que marca la línea detectivesca: resolución
de un delito tras el análisis de los datos recogidos en interrogatorios, y así,
resolver el desequilibrio producido con la transgresión y volver a tranquilizar
al vecindario, y en consecuencia, restaurar el orden violentado por los
infractores de la ley.
La peculiaridad es que dicha indagación corre a cargo de Pablo, uno
de los hijos de Bernardo Montero, la víctima, y escritor afamado de novela
negra, que, ante la duda que le produce la Guardia Civil local, decide ir en
busca de algo que le conduzca hasta el asesino de su padre. Tira de hilos que
no le ofrecen respuestas eficaces, pues si bien se topa con gentes que tuvieron que ver con Bernardo,
sus memorias andan desvaídas y, a pesar de creer estar cerca de alguna clave,
lo más probable es que ni los propios interrogados la sepan. Son recuerdos enredados
como si se tratara de una madeja, por lo que en el “peinado” que lleva a cabo
entre Buenache y Éibar, tiene en ocasiones la sensación de que se halla en la
búsqueda de no saber qué.
Así pues, en este complicado proceso, en el que se pone de manifiesto
la paciencia necesaria para la tarea
detectivesca (algo que adolece Pablo), el lector asiste a la intriga que supone
sus aciertos y desaciertos. Al mismo tiempo, como viene siendo habitual en las
novelas del género, surge de nuevo otra víctima cercana a la primera, además de
quedar el detective atrapado y secuestrado por los culpables.
Pablo, como el detective holmesiano, se vale de su Watson
particular, pero en esta ocasión con la peculiaridad de ser mujer y existir
entre ambos algo más que el nexo policíaco. Se trata de Laura, la bibliotecaria
de la localidad. Ella es la que le insta hablar con Julia, con Herminia, con su
madre y con toda la gente que recuerde algo de lo que pasó en la época en la
que Bernardo dejó Buenache. Y llega augurarle que encontrarán lo que están
buscando y podrán resolver el misterio que parece más digno de una de sus
novelas que de la vida real.
Y así es: la acción logra avanzar al deshacerse ciertos nudos, y
con la intervención de la Benemérita, al final, interesándose por el paradero
de Pablo, el caso llega a su resolución. Entonces, el lector descubre (como
viene presuponiendo) que el hecho delictivo está presidido por ese odio que
aflora en ambientes constreñidos. Y dentro de lo poco que se me permite
destripar, cabría apuntar que éste se muestra en su esencia más pura, con toda
su desnudez, recreándose en detalles morbosos, jactándose de no arrepentirse, y
manteniendo las razones de asesinar.
Al presentarnos al hijo de la víctima y a su ayudante en sus rasgos
más íntimos y como seres reflexivos que se cuestionan algunos sucesos acaecidos
en sus existencias vitales, hace que se dé una cierta humanización del proceso
investigador. Y gracias a ello, reconstruyen parte de las vidas de sus padres y
de tantos otros que formaron parte de un pasado que con el tiempo se ha
convertido en historia, estando el lector ante un cúmulo de acontecimientos que
abarcan tres generaciones, en las que amores y odios se solapan. De tal manera,
que destinos que se truncaron pueden llegar a juntarse después en la sangre de
sus sucesores.
Vemos también, en esta lectura de la novela, como conforme las
vidas se agotan (las de Bernardo y Lázaro, por ejemplo) se acrecienta la
necesidad de sacar a la luz las sombras que han llevado a la espalda. Pues,
como dice uno de los personajes, su madre nunca le había hablado de sus amores,
ni de nada de lo que ha sabido después, y que, como gente de su generación, han
tratado de borrar su pasado y solo cuentan a sus hijos hechos de la vida en
familia desde que se casaron.
A este respecto, otro personaje entrañable de la obra, Julia
Alarcón, asevera a Pablo Montero al sentirse engañado por su padre: “A veces se
nos hace duro compartir ciertas cosas con la familia. No te martirices por
esto. A mí también me ocurre con mi hija. A veces es más sencillo hablar de uno
mismo con alguien que no esté tan implicado emocionalmente con nosotros”.
Pero aquí no acaba las lecturas posibles de la novela. Es necesario
recordar que en sus páginas están impresas tres historias de amor (las de
Julia, Amparo y Laura), tres historias
que comenzaron torcidas y que luego lograron enderezarse gracias a la
pasión, ingrediente imprescindible para que se dé el amor en toda su plenitud.
Y aún podemos encontrar un nivel más de lectura, ese por el que se
nos muestra cómo condujo el desarrollismo al vacío rural. Y es que Buenache de
Alarcón ofrece un ejemplo claro, ya que responde al tipo bajo de una localidad
española eminentemente agraria. Nieves Barambio, con su gran sentido de la
observación, logra presentar estampas costumbristas y sociológicas de la
localidad conquense sin tener que recurrir al dato técnico.
Aquí, cabría preguntar a la autora si en las continuas referencias al
ayer, que cada vez se aleja con mayor rapidez de nuestra memoria y que desplaza
el platillo de la balanza a favor del tiempo pasado, no está oculto ese temor
hacia lo que el futuro nos depare. (¿Puede ser que apreciar el pasado, la
tradición, como apreciar el pueblo, no sea algo más que mera nostalgia?)
Finalmente, podríamos resumir de manera breve el estilo de “En
tierra de estrellas” como aquel que consigue dar con ese tono realista que, a
base de un material literario sencillo, encaja íntimamente en algo muy querido por
su autora: su pueblo, sus gentes, sus tierras y sus recuerdos. Nieves Barambio
describe el paisaje con emocionado cariño; pone un especial fervor en las
evocaciones de las costumbres de antaño; y se implica bastante en las historias,
dejándonos nombres de los personajes intervinientes, algunos de ellos
ofreciéndonos relatos trágicos o felices que, a través de rodeos, nos sorprenden
con verdaderas perlas del mundo rural. En ocasiones, la sonrisa salta en
coloquialismos por medio de voces genuinamente populares, que dan su particular
opinión acerca de escenas del día a día de Buenache con enorme fuerza expresiva.
(Destacan las que Nieves pone en labios de Paquita y Carmen la Melonera).
Análisis de la obra realizado por Luis Clemente
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