miércoles, 4 de diciembre de 2013

Juan Álvarez Gato. Poesía para comenzar




Como cada semana comenzamos nuestro taller de lectura con un poco de poesía: 

Hoy dedicamos este espacio a la poesía de Juan Álvarez Gato. Con sus poemas "dime señora" y "Profanos"






ACERCAMIENTO AL POETA  (1440? – 1509)
            El linaje de los Gato se remonta a la conquista de Madrid por Alfonso VI, cuando uno de los asaltantes a la muralla musulmana, arriesgó su vida, hincando la daga por las junturas de las piedras, de tal manera que los del Real, maravillados de su agilidad, difundieron que se asemejaba al felino, cambiando en adelante él y sus sucesores en memoria de esta hazaña su antiguo apellido por el de Gato. De este árbol genealógico es Juan Álvarez Gato, madrileño, armado caballero por Juan II en el último año de su reinado (1453), ciñéndole el Rey su propia espada, que Álvarez Gato dejó vinculada en su mayorazgo. Sirvió con igual celo a Enrique IV, que se valió de él para sosegar las diferencias entre la ciudad de Toledo y el Conde de Fuensalida. Conservaba el favor de la corte en tiempo de la Reina Católica, de quien fue mayordomo.
            Es un poeta prerrenacentista, y el códice en el que se recoge su
poesía se divide en dos partes  (o bien en tres, según autores), combinando los poemas profanos con los religiosos. No se conoce que se ejercitase nunca en las estancias de arte mayor, pero en los versos cortos mostró gran discreción y gentileza, principalmente en las coplas de pie quebrado y en las quintillas, que tan adecuadas eran al culto discreteo de su musa.
            El ayuntamiento de Madrid lo honró con el rótulo de una calle, aunque la memoria ciudadana la conoce con la toponimia del “callejón del gato”, travesía peatonal popularizada por Valle Inclán en “Luces de bohemia”. Se accede, desde la Puerta del Sol, tomando Espoz y Mina y cruzando la de la Cruz a la altura de la Casa del Abuelo. Tras transitarla en apenas cien metros, se llega a la Plaza de Santa Ana. En verdad el Callejón del Gato sobresale, más que por Juan álvarez,  al tratarse del escenario en el que Ramón del Valle Inclán descubrió un día lo que él denominó el Esperpento. No tuvo más que fijarse cómo los transeúntes que pasaban por la calleja se reían y se burlaban unos de otros, deformados sus cuerpos en los espejos cóncavos y convexos, que una tienda de comienzos de siglo XX exhibía en el exterior como reclamo ante los clientes.
(De “Menéndez y Pelayo virtual” y “Madrid a fondo”)

POEMAS
          "PROFANOS"
a.        
Este libro va meitades
       Hecho de lodo y de oro:
       La meitad es de verdades,
       La otra de vanidades,
       Porque yo mezquino lloro;
       Que cuando era mozo potro,
       Sin tener seso ninguno,
       El cuerpo quiso lo uno,
       Agora el alma lo otro.
b.
       Hoy mirándoos a porfía,
       Tal passión passé por vos,
       Que no escuché la de Dios
       Con la rabia de la mía.
       Los nudos que en el cordón
       Distes vos alegre y leda,
       Como nudos de passión,
       Vos los distes en la seda,
       Yo los di en el corazón.
c.
       Ganóme de tal manera
       vuestro valer y virtud,
       Que os otorgo, aunque no quiera,
       Carta firme y valedera
       De mi alma y mi salud:
       ..............................
       Ni me pueda arrepentir
       En ningún tiempo jamás;
       Y si con mucho servir
       Viere mi muerte venir,
       Entonces os quiera más:
       Ni pueda vevir sin vos,
       Ni faltaros en un pelo,
       Ni querer una ni dos,
        Ni decir que hay otro Dios
       En la tierra ni en el cielo.


            POEMA RELIGIOSO: DIME SEÑORA

Dime, Señora, di,
cuando parta de esta tierra,
si te acordarás de mí.

Cuando ya sean publicados
mis tiempos en mal gastados
y todos cuantos pecados
yo mezquino cometí,
si te acordarás de mí.

En el siglo duradero
del juicio postrimero,
do por mi remedio espero
los dulces ruegos de ti,
si te acordarás de mí.

Cuando yo esté en la afrenta
de la muy estrecha cuenta
de cuantos bienes y renta
de tu Hijo recibí,
si te acordarás de mí.

Cuando mi alma cuitada,
temiendo ser condenada
de hallarse muy culpada
tendrá mil quejas de sí,
si te acordarás de mí.

Dime, Señora, di,
cuando parta de esta tierra,

si te acordarás de mí.

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