miércoles, 27 de noviembre de 2013

Federico Muelas. Poesía para comenzar




Como cada semana comenzamos nuestro taller de lectura con un poco de poesía:

Hoy dedicamos este espacio a Federico Muelas, el poeta conquense por excelencia.



Federico Muelas y Pérez de Santa Coloma nació en Cuenca el 7 de octubre de 1909, en una calle inmediata a la fuente del Escardillo, lugar que habría de ser referencia constante en su obra. Y en esa ciudad pasó los primeros años de su vida, jugando y estudiando en el viejo instituto de Bachillerato situado junto al puente de la Trinidad, hasta que tuvo que trasladarse a Madrid para realizar estudios superiores, inicialmente los de Medicina, que abandonó de inmediato a causa de los problemas de visión que habrían de acompañarle el resto de su vida, y que cambió por los de Farmacia, disciplina en la que sí llegó a titularse y a la que añadió posteriormente la carrera de Derecho, pero sin romper en ningún momento su vinculación, en algunos momentos muy íntima, con la ciudad natal.
Federico Muelas
Desde su juventud, todavía incardinado en la ciudad conquense, mostró signos inequívocos de una inquietud literaria y poética que habría de ser parte consustancial y definitiva de toda su vida. Colaborador de periódicos y revistas, su nombre aparece ya en La Gaceta Literaria del vanguardista Giménez Caballero y funda en Cuenca, en 1935, la tertulia de "El Bergantín de la Vela Roja". Durante la República y a través del programa de difusión cultural Misiones Pedagógicas recorrió pueblos con su teatro de guiñol “La cometa” mientras escribe incansablemente páginas que quedan inéditas, salvo las que encuentran acogidas en los periódicos y revistas. Son especialmente significativos dos artículos, de exaltado tono revolucionario, aparecidos en el semanario local Heraldo de Cuenca, e igualmente significativa es su participación, en el tramo final de la guerra civil, en el también semanario Cuenca Roja. Al término de la contienda, fija su estancia en Madrid, abre farmacia en la calle Gravina, ingresa como funcionario en el ministerio de Información y Turismo y entra ya con firmeza en los ambientes literarios y empieza a conocer y tratar a la práctica totalidad de figuras intelectuales de la época, como César González Ruano, que intentará adscribirlo al grupo “Juventud creadora. Escribe en La estafeta literaria, El Escorial, Vértice, Garcilaso (por ello, en un momento y durante cierta época, se le pudo adscribir al grupo de los garcilasistas). También lo hace en  "Alforjas para la Poesía", es conferenciante y juglar en juegos poéticos, hasta dar forma, con Ángel Crespo y Gabino Alejando Carriedo a la revista El pájaro de paja, una audaz propuesta vinculada a la vanguardista poética.
Influido ideológicamente por las personalidades señeras del régimen, como Ernesto Giménez Caballero o por otras cuyo pensamiento fue de enorme importancia en la España de la postguerra (Ortega y Gasset), hizo moderada fe de profesión falangista, con no disimulada vocación hacia la figura de José Antonio Primo de Rivera, si bien es preciso señalar que nunca gozó de puesto alguno, político o administrativo.
Dotado de una singular capacidad para la expresión verbal, en las tertulias encontrará pronto un singular acomodo. Además de participar en varias de las más conocidas entonces, promueve una propia, en su botica, a la que denominó “El Ateneo” y a la que asisten José García Nieto, Camilo José Cela, Rafael Sánchez Mazas, Pedro Toral y otras figuras destacadas. Su actividad literaria incansable y multiforme le lleva, en algunos casos como director o redactor jefe, a las revistas Haz, Medina, Juventud, La Hora, Ediciones de Estudiantes Españoles, etc. Así mismo, colabora en Radio Nacional de España aportando una lúcida visión de la actividad literaria del momento.
Como articulista su trabajo se desarrolló en multitud de medios informativos: Arriba, medio centenar de colaboraciones en ABC, varios artículos en Pueblo, otros en la desaparecida revista SP, lecturas en Radio Nacional de España, colaboraciones en La Gaceta Literaria, Escorial, Vértice, La Vanguardia, PuebloFotos, Blanco y Negro, Life, Oggi, Journal de Voyages y un casi inagotable etcétera, en el que hay hacer un hueco de excepcional valor para sus artículos publicados en Ofensiva-Diario de Cuenca, todos ellos sobre temas conquenses, unos laudatorios, otros tremendamente imaginativos, muchos de ellos con un fuerte contenido crítico, en defensa siempre del patrimonio cultural que el escritor veía como fundamento esencial en la recuperación del dinamismo y el futuro de Cuenca.
Estatua homenaje a Federico Muelas
Conferenciante, recitador, pregonero, recorrió media España (o quizá España entera) llevando versos y palabras. Orador incontenible e incansable, era capaz de sostener él sólo una tertulia, en la que podía aportar un verbo fluido e ingenioso, anécdotas sin cuento y sabiduría a raudales, sin que faltara el puntillazo divertido y en no pocas ocasiones malévolo, lo mismo sobre asuntos literarios que sobre vidas ajenas.
Publicó sus primeros libros en plena juventud (1934 a 1936), tarea que recuperó tras la conclusión de la guerra con otros nuevos títulos, antes de introducir un largo periodo sin publicar, enfrascado con entusiasmo en su labor de articulista de periódicos o colaborador en revistas literarias. Dilata el momento de dar a la imprenta su primera obra de esta nueva etapa. Al fin lo hace, en 1959, con Apenas esto, que refleja la existencia de un poeta de hondo sentimiento y fácil capacidad para la versificación. En adelante, alternará todos los géneros, tanto en verso como en prosa, hasta concluir con una obra no excesivamente prolífica ni homogénea, en la que se insertan varios títulos de enorme brillantez.
Premio Nacional de Guiones Cinematográficos en 1961 y Premio Nacional de Poesía en 1964 obtuvo además del Larragoiti (convocado por la Real Academia Española de la Lengua), Doncel (de novela), Jauja (cuentos), Caja de Ahorros de Valladolid (cuentos, 1962 por "El niño que tenía un vidrio verde"). En 1973, un excelente documental, pocas veces visto, Cuenca en volandas, hace protagonista a Federico como excepcional acompañante sobre la ciudad.
Hijo Predilecto de Cuenca recibió el título honorífico de Cronista Oficial de la Ciudad. Aunque murió en Madrid, el 25 de noviembre de 1974, su cuerpo fue trasladado a Cuenca, para ser enterrado, como deseaba, en el cementerio de San Isidro, para desde allí poder contemplar eternamente los farallones rocosos de la Hoz del Júcar. La Diputación Provincial le concedió, a título póstumo, la Medalla de Oro de la Provincia, por acuerdo adoptado el 28 de noviembre de 1974. Veinte años más tuvieron que pasar para que el ayuntamiento de Cuenca aceptara poner su nombre a una calle. José Luis Muñoz, que fue el autor de la propuesta, eligió la que en ese momento se llamaba Travesía de San Juan, es decir, la que sube desde la plaza de Santo Domingo a la Puerta de San Juan. Eligió esa calle por su proximidad a la Fuente del Escardillo, frente a la que nació el poeta y por ser una calle en escalera, formada sólo por esos peldaños por los que Cuenca huye fugitiva, según la feliz metáfora que acuñó Muelas.
Por su parte, José Luis Perales le dedicó una de sus composiciones, Canción para un poeta (1977), una evocación de la afición de Muelas por las campanas y sus sonidos, y otro cantautor conquense, Juan Tierra, incluyó en su disco teniendo por fondo a Cuenca (1988), tres poemas de Federico Muelas: Doncellita rubia, Villancico de los dos boticarios y Yo, que soñándote vivo.    
OLCADES. El Portal de las Letras en Cuenca –

POEMA: “ROMANCE DE LOS NOMBRES PIDIENDO PIEDRA”
Os pide, calladamente,
la ancha expectación del campo:
sotillos de fronda trémula,
retajas de pana y paño,
tesos de cardenchas muertas,
berrocales en rebaño,
manchas de pinar,
encinas empavonadas,
chaparros mendigos,
chopos de octubre místicamente incendiados,
caligrafías menudas
de aguas perdidas,
los trazos de los ríos pendolistas,
olivos arrodillados,
pardos pueblos arrecidos,
laderas de pueblos blancos
prolongando en la llanada
su ancha jugada de dados.

Piden el crestón altivo,
el duro quijal dentado,
garfas de arraigada piedra,
torres de orgullo en lo alto;
piden guardia de castillos,
centinelas desvelados
sobre los pueblos, tan solos,
sobre los huertos, tan mansos,
sobre los surcos unánimes,
camineros, esperando…
No fue el tiempo ni el puñal de los hielos,
desgonzaron sillares vuestra firmeza
resentimientos villanos
contra lo noble y lo bello,
contra lo fuerte y lo alto.
No chilles, Graja de Iniesta;
calla, Graja de Campalvo;
no preguntéis, es inútil,
por las murallas de antaño.
Castillo de Paravientos,
los vientos te están buscando,
rudos bocados del cierzo,
blandos besos del solano.
¿Dónde Torralba, la torre
que te dio nombre galano
y en cuya entraña Villena
descifraba los arcanos?
El duro añil de la cima
ayer para tu bocado
morder no puedes, Beteta,
con tus muros desdentados.
¡Sólo un sillar de la torre,
sólo uno te pido, Huélamo,
para ofrendar pedestal
al mejor maestre de campo,
a la mejor pica en Flandes,
Julián Romero nombrado!

Acebrón, quiero tu nombre
poner en un campanario
y tañer hora tras hora
su robusto son pausado.
¡Ay, Castillo de Albaráñez
nombre solo en campo raso!
Roídos fueron tus muros,
ni un sillar para contarlo...
¡Y está Alvar Fáñez pidiendo
estrofas de cal y canto!
¡Puebla de Almenara, llama
de tu limpio nombre claro!
Para tu lengua de lumbre
quiero el torreón más alto...
¡Oh Pentecostés heroica sobre el cerruño asombrado!
¡Todo es inútil!
Los nombres, gritan, piden...
Por los campos de mi Cuenca,
las segures implacables,
han talado el alto soto
de torres que los hechos levantaron.

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