Como cada semana comenzamos nuestro taller de lectura con un poco de poesía:
Alberti y la poesía en la calle
Aunque Alberti también fue un escritor de teatro, siempre se definió a sí mismo como un poeta en la calle. La inspiración para escribir su poesía la encontraba en los hechos cotidianos, en la realidad de la gente de a pie, y por ello estaba convencido que la poesía debía volver a esa gente, tenía que ser restituida a la calle. Nunca creyó en una poesía inaccesible, sólo para privilegiados. Por ello, no le gustaba la idea de que los versos de los poetas se quedaran presos entre la celulosa de los libros. Porque habían sido escritos para ser recitados en cualquier ocasión, para que llegaran a todo tipo de personas. Según Rafael, el mejor homenaje que puede recibir un poeta es que la gente sencilla recite sus versos. Aunque a veces no los identifique con su autor, como le ocurrió a él mismo con una señora que iba a limpiar a su casa. En cierta ocasión, mientras ponía orden en la vivienda, la oyó cantar con entusiasmo su poema “La paloma”. Muy halagado le preguntó si le gustaba la canción y ella respondió: “sí, don Rafael, es que don Antonio Machado hace unos versos preciosos.”
El gaditano
vivía la poesía, disfrutaba con ella. La degustaba y paladeaba cada día, pero
no encontraba placer en diseccionarla y analizarla de modo científico. “Yo soy
un poeta, no un crítico”, explicaba a María Asunción Mateo. “Lo que tenía que
decir lo he dicho ya al escribir mi obra. Además, en la poesía está todo y todo
cabe en ella. Lo importante es la capacidad de expresión del poeta. Luego, los
especialistas, si quieren, que la valoren.”
Algunas veces
comentó que al componer sus poemas, sentía cierta predilección por el gerundio
(“Es muy expresivo y se adapta bien a la construcción de la frase”) y por los
adverbios de una manera inconsciente. Pero, Alberti escribía con el corazón más
que con el intelecto. Y si se hubiese entretenido a analizar alguna de las
figuras que usaba, no hubiera podido seguir creando. En la elaboración de sus
poemas se fiaba sobre todo de su oído que le daba el ritmo del verso. A fuerza
de repetir poemas en voz alta, había alcanzado una extraordinaria sensibilidad
para valorar el sonido de las frases y captar así el ritmo adecuado para sus
composiciones. A fuerza de leer con la poesía de otros autores, había
interiorizado lo mejor de la tradición española. Como reconoce Pablo Neruda, otro
de los grandes poetas del siglo XX, en su libro de memorias “Confieso que he
vivido” cuando dice de Alberti: “su poesía tiene como una rosa milagrosamente
en invierno: un copo de nieve de Góngora, una raíz de Jorge Manrique, un pétalo
de Garcilaso, un aroma enlutado de Gustavo Adolfo Bécquer, es decir, que en su
copa cristalina se confunden los cantos esenciales de España”.
(De “cuando
llegan las musas”, De Raúl Cremades y ángel Esteban)
Poemas
"España"
España,
fina tela de
araña,
guadaña y
musaraña,
braña,
entraña, cucaña,
saña,
pipirigaña,
y todo lo que
suena y consuena
contigo:
España, España.
El toro se
estrena y que se llena
de ti y en ti
se baña,
se laña y
deslaña,
se estaña y
desestaña,
como el toro
que es toro y azul toro de España.
"Si Garcilaso volviera"
Si Garcilaso
volviera...
Si Garcilaso
volviera,
yo sería su
escudero;
que buen
caballero era.
Mi traje de
marinero
se trocaría
en guerrera
ante el
brillar de su acero;
que buen
caballero era.
¡Qué dulce
oírle, guerrero,
al borde de
su estribera!
En la mano,
mi sombrero;
que buen caballero
era.
"Geografía física"
Nadie sabe
Geografía
mejor que la
hermana mía.
—La anguila
azul del canal
enlaza las
dos bahías.
—Dime, ¿dónde
está el volcán
de la frente
pensativa?
—A pie de la
mar morena,
solo, en un
banco de arena.
(Partiendo el
agua, un bajel
sale del
fondeadero.
Camino del
astillero,
va cantando
el timonel.)
—Timonel, hay
un escollo
a la salida
del puerto.
—Tus ojos,
faros del aire,
niña, me lo
han descubierto.
¡Adiós, mi
dulce vigía!
Nadie sabe
Geografía
mejor que la hermana mía
"La Paloma" (Joan Manuel Serrat)
Se equivocó
la paloma,
se
equivocaba.
Por ir al
norte, fue al sur.
Creyó que el
trigo era agua. Se equivocaba.
Creyó que el
mar el cielo;
que la noche,
la mañana.
Se
equivocaba.
Que las
estrellas, rocío;
que la calor,
la nevada.
Se
equivocaba.
Que tu falda
era tu blusa,
que tu
corazón, su casa.
Se
equivocaba.
(Ella se
durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama)
No hay comentarios:
Publicar un comentario