¿Quieres conocer la leyenda de Catalina la Sirena y dar un paseo literario por la zona de las casas colgadas?
LEYENDA DE
CATALINA LA SIRENA (De Leyendas Conquenses de María Luisa Vallejo).
La época
histórica en que se localiza esta leyenda es la de las luchas fraticidas entre
don Pedro el Cruel, hijo legítimo de Alfonso XI, y su hermano bastardo don
Enrique de Trastamara.
La casa de la Sirena |
Don Gil de
Albornoz, insigne conquense de aquella época, reprocha a don Pedro su mala
conducta y se ve obligado a huir a Roma. Cuenca, igual que Toledo y otras
ciudades, reprochan también a don Pedro sus escandalosos amores con doña María
de Padilla, y piden que la abandone para volver con su esposa, la virtuosa doña
Blanca, y todo esto explica, quizá, que en la lucha entre los dos hermanos,
Cuenca se inclinase por el partido del bastardo don Enrique. Y es en el siglo
XIX cuando resucita esta leyenda que
transcurre en el siglo XIV.
Don Enrique,
príncipe todavía, anuncia su venida a Cuenca. La ciudad se engalana para
recibirle, se comenta su bravura, se hacen elogios de su apostura y arrogancia.
A su llegada queda prendado de una de las mujeres que contemplan el paso del cortejo,
una moza de condición humilde llamada Catalina, cuyos padres la esconden al
conocer la intención del príncipe. Pero éste consigue verla por segunda vez, y
tanto se apasiona por ella, que al no querer entregársela voluntariamente, la
rapta y ordena que sea conducida a su mismo alojamiento en dependencias del
palacio episcopal.
Tomadas todas
las precauciones para que nadie se enterase, Catalina compartió las
habitaciones de don Enrique. Pero éste tuvo que partir de Cuenca, y encargó a
las mujeres de palacio que cuidaran en el mayor secreto de Catalina y del niño
que esperaba.
Vencido don
Pedro el Cruel, don Enrique llegó a ser rey. Nadie supo de sus amores con
Catalina, de los que al parecer nació un niño que se llamó don Gonzalo
Enríquez.
Al nuevo rey le
intranquiliza la situación; consulta a una hechicera sobre su futuro, y ésta le
vaticina que sufrirá en sí mismo lo que le hizo a su hermano. Un mago judío le
pronostica que el mayor peligro que acecha a su hijo mayor y heredero, es el
hijo natural, que le disputará el trono.
Movido por
este vaticinio, envía una tropilla a Cuenca para apoderarse de aquel niño, que
vivía con doña Catalina, su madre, en las Casas Colgadas, en lo que hoy se
llama Casa de la Sirena.
De nada
valieron las súplicas de Catalina para que no se llevaran al niño, al menos, le
permitieran que ella lo acompañara. Sujetada fuertemente por los hombres de
armas, vio con horror cómo le quitaban el niño, y presintió el trágico fin de
su hijo.
Como
consecuencia, la infeliz Catalina enloqueció, y continuamente pedía a gritos
que no mataran a su hijo. Sus tristísimos lamentos al debilitarse, recordaban
el canto de una sirena, de donde toma nombre la leyenda.
Por fin, en
su locura, creyó doña Catalina escuchar que su hijo Gonzalo la llamaba desde el
otro lado de la hoz del Huécar, y una noche se levantó resuelta, corrió hacia
los balcones, y desde ellos se lanzó al abismo de la hoz, en medio de un grito
desgarrador que el eco hizo resonar entre las rocas. Sobre ellas se estrelló el
cuerpo de Catalina, aquella madre desdichada, cuyos lamentos se oyeron durante
mucho tiempo y —dice la leyenda— se oyen todavía, dando lugar al nombre de la
misma: "La Casa de la Sirena".
LAS CASAS
COLGADAS.
Parece que
fueron inicialmente la residencia de verano del Arráez que
regía la ciudad en
la época musulmana, posteriormente, durante los años que estuvo la Corte de
Castilla en Cuenca, fueron el palacio de verano de Alfonso VIII. Los príncipes
de Castilla venían a pasar temporadas en ellas. En el siglo XVI eran propiedad de don Gonzalo González de
Cañamares; su escudo de armas está en una de las salas de lo que ahora es Museo
de Arte Abstracto.
Casas colgadas |
Estas Casas
Colgadas son las únicas que restan de todas las "casas voladas", que
coronaban las "riscas" hasta la "Peña Corba", encima del
puente de San Martín, sobre el río Huécar.
La más al norte junto al postiguillo de San Pablo la compró el ayuntamiento en 1905.
Aunque hubo inicialmente voluntad de conservarla, se optó por su derribo en
1928 y encargar nueva construcción al arquitecto Fernando Alcántara, constituyéndose desde entonces en el emblema de la ciudad.
Las otras dos
casas se restauraron a comienzos de la década de los sesenta, y son las que
verdaderamente acogen El Museo de Arte Abstracto.
Desde el
PUENTE DE SAN PABLO, la Hoz del Huécar presenta una vista imponente: las rocas,
rojizas y grises, contrastan agradablemente con el verde oscuro de la hiedra;
el mosaico de los "hocinos" (huertas en la hoz) da una nota de orden
y equilibrio en el cataclismo de rocas que nos rodea.
Es de notar,
que los hortelanos de la Hoz del Huécar están muy vinculados familiarmente a la
tierra que cultivan, transmitiéndose el cultivo de los "hocinos" de
padres a hijos desde hace cuatro o cinco siglos.
En tiempo de
los moros, aquí estaba la "ARRUZAFA", "hocinos"
escalonados
que, semejantes a los pensiles o jardines colgantes de Babilonia, eran sitio de
ameno recreo de los moros principales, donde tenían sus residencias de verano.
El, ahora, Archivo Histórico Provincial |
La ciudad
apiña sus construcciones encima del promontorio rocoso. El imponente castillo
que cerraba el acceso a la ciudad por el camino de Buenache fue volado por las
tropas napoleónicas antes de retirarse de Cuenca. Ahora es el Archivo HistóricoProvincial.
El Convento
de Carmelitas Descalzas nos trae a la memoria los románticos amores de doña
Sancha y don Fernandico (D-14).
La iglesia de
San Pedro, famosa en las luchas habidas entre los Hurtado de Mendoza y el
obispo don Lope Barrientos en 1448 (D-9).
La formación
geológica de estas rocas tan caprichosas pertenece al Cretácico Superior de la
Era Secundaria, y se compone de dos clases de rocas: el tramo superior, más
saliente, está compuesto de calizas magnesíferas (carbonato magnésico o
dolomita), de tonos grises, y el inferior es de caliza ordinaria (carbonato
calcico). El modelador de estas rocas tan extrañas ha sido el agua de la lluvia
que, al mezclarse con el anhídrido carbónico del aire, ataca al carbonato
calcico, fácilmente soluble. El viento y las variaciones de temperatura del día
a la noche, han contribuido también a la disgregación y resquebrajamiento de
las rocas.
PUENTE Y
CONVENTO DE SAN PABLO.
El canónigo
don Juan del Pozo, de familia muy rica, empleaba sus caudales en remediar a los
necesitados y en restaurar las iglesias; don Juan tenía a su servicio un criado
negro, ex cautivo de los moros, y al que éstos habían cortado la lengua.
Puente San Pablo |
Cierta noche,
unos ladrones penetran en la casa y
roban las talegas de dinero guardadas en un arcón. El criado los oye, pero no
puede pedir auxilio. Los ladrones escapan de la ciudad por el Portillo de Santa
María (que atraviesa las Casas Colgadas) y esconden el fruto del robo entre los
enormes peñascos de Mirabueno. El criado negro les ha seguido a distancia, e
indica a don Juan del Pozo el lugar del escondrijo.
El piadoso
canónigo entiende que la Providencia le pide haga un monasterio en ese
promontorio de roca de la Hoz del Huécar. Se empieza la construcción del
convento y del puente de cinco arcadas, en 1523. Los Dominicos ponen por
titular del convento a San Pablo, y desde allí irradiarán su labor
catequizadora hasta su exclaustración en el siglo XIX.
Su fábrica la
iniciaron Juan y Pedro de Alviz. La iglesia se corresponde con un prototipo del
último gótico, difundido en la época de los Reyes Católicos. El claustro y
otras dependencias de la época acogen actualmente el parador nacional de
turismo. La portada barroca (hacia 1757) es obra de José Martín.
El puente de
San Pablo perdió una de sus arcadas en 1895, y el obispo don Wenceslao Sangüesa
y Guía mandó construir una pasarela de hierro a principios de siglo.
Desde el
antiguo "Juego de Bolos", indicar el emplazamiento del
destruido
Barrio de San Martín y los atrevidísimos desplomes de los
"rascacielos".
Juego de Bolos conquenses |
El barrio de
San Martín empezaba desde debajo del
Ayuntamiento y se extendía hasta el río Huécar. La estructura del terreno
obligaba a una arquitectura atrevida e irregular apoyatando las casas, que
ofrecían un conjunto muy original.
El puente de
San Martín sobre el río Huécar aún se conserva (a él llevaba el Portillo de San
Martín); sin embargo, de la iglesia de San Martín no quedan más que el ábside y
un ventanal muy bello. Los restos de la iglesia de Santa Cruz son más
importantes y están junto a los "rascacielos".
En este
barrio vivió el "Licenciado Torralba", celebrado por Campoamor en su
Drama Universal (A-20).
Al empezar la
calle de los Canónigos, a la derecha, hay una casa con salientes irregulares
hacia afuera en forma de abanico, que dan idea de la originalidad de los
constructores de antaño.
9. Mientras
se vuelve a la plaza Mayor, contar anécdotas de Santiago Pradas, famoso e
inspirado organista de la Catedral, excéntrico, de gran memoria musical. Oyó
cómo ensayaba una marcha la banda del ejército francés de ocupación en 1810; lo
hacía con gran secreto para dar una sorpresa a los conquenses. Al pasar la
banda por delante de la Catedral, oyen cómo la repite el órgano con una
magistral interpretación. El Director de la banda, se impacienta, cree que le
han robado la partitura, pero al fin se convence de que no ha sido así.
Para componer
su magnífico "MISERERE" dio una soberana paliza a su mujer; los
gritos desgarradores de ésta le proporcionaron la inspiración para plasmar en
música el dolor-de haber ofendido a Dios.
Cuando
Fernando VII vino a Uclés, se le llamó para tocar ante el rey. Santiago Pradas
no quiso; se le llevó engañado, y cuando se percató del engaño, se escapó
ocultamente montado en un burro.
Desde la
plaza Mayor, y junto al Ayuntamiento, antes podían verse las casas de la calle
el Clavel y del Colmillo, en desafío a la ley de la plomada.
(NOTA: se ha respetado al máximo el texto original; las únicas
variaciones responden a su adecuación al hecho actual. Para ello se ha tenido
en cuenta diversas obras de Pedro Miguel Ibáñez, como “Por tierras de Cuenca” y
“La iglesia de la Virgen de la luz y San Antón y el barroco conquense”)
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