miércoles, 11 de diciembre de 2013

José Carlos de Luna. Poesía para comenzar


Como cada semana comenzamos nuestro taller de lectura con un poco de poesía:
Esta semana leeremos a José Carlos de Luna.








ACERCAMIENTO AL POETA

Jose Carlos de Luna
Escritor español nacido en Málaga en 1890 y fallecido en Madrid en 1964. Es autor de una prolífica obra poética muy influida por la tradición popular, especialmente la de sabor andalucista, y por algunas obras de Lorca y Villalón. Entre sus libros poéticos destacan El Cristo de los gitanos (1932) y El café de Chinitas (1939). Escribió además ensayos sobre temas andaluces, como la Historia de Gibraltar (1944) y Los gitanos de la Bética (1951). Cultivó también la comedia y de tema fundamentalmente andaluz.

POESÍA: “EL PIYAYO”

¿Tú conoces al "Piyayo",
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo;
la mirada de gallo
pendenciero
y hocico de raposo
tiñoso...,
que pide limosnas por "tangos"
y maldice cantando "fandangos"
gangosos...?
¡A chufla lo toma la gente,
y a mí me da pena
y me causa un respeto imponente!
Ata a su cuerpo una guitarra,
que chilla como una corneja
y zumba como una chicharra
y tiene arrumacos de vieja
pelleja.
Yo le he visto cantando,
babeando
de rabia y de vino,
bailando
con saltos felinos,
tocando, a zarpazos,
los acordes de un viejo "tangazo":
Y el endeble "Piyayo" jadea,
suda..., y renquea,
y, a sus contorsiones de ardilla,
hace son la sucia calderilla.
¡A chufla lo toma la gente!
A mí me da pena
y me causa un respeto imponente.
Es su extraño arte
su cepo y su cruz,
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardentillo...,
y su pan y el de sus nietecillos;
"churumbeles" con greñas de alambre
y panzas de sapo,
que aúllan de hambre
tiritando bajo los harapos;
sin madre que lave su roña;
sin padre que "afane",
porque pena una muerte en Santoña;
sin más sombra que la del abuelo...
¡Poca sombra, porque es tan chicuelo!
En El Altozano
tiene un cuchitril
-¡a las vigas alcanza la mano!-,
y por lumbre y por luz un candil.
Vacía sus alforjas
-que son sus bolsillos-.
Bostezando, los siete chiquillos
se agrupan riendo.
Y, entre carantoñas, les va repartiendo
pan y pescao frito
con la parsimonia de un antiguo rito:
-¡Chavales!
¡Pan de flor de harina!...
Mascarlo despacio.
Mejó pan no se come en palasio.
Y este pescaíto, ¿no es na?
¡Sacao uno a uno del fondo der má!
¡Gloria pura é!
Las espinas se comen tamié,
que tó es alimento...
Así..., despasito.
Muy remascaíto.
¡No yores, Manuela!
Tú no pués, porque no tienes muelas.
¡Es tan chiquitita
mi niña bonita!...
Así despasito.
Muy remascaíto,
migaja a migaja -que dure-,
le van dando fin
a los cinco reales que costó el festín.
Luego, entre guiñapos, durmiendo,
por matar el frío, muy apiñaditos,
la Virgen María contempla al "Piyayo"
riendo.
Y hay un ángel rubio que besa la frente
de cada gitano chiquito.
¡A chufla lo toma la gente!...
¡A mí me da pena

y me causa un respeto imponente!

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