jueves, 23 de abril de 2015

"Verde", de Federico García Lorca. Poesía para comenzar.

De nuevo os dejamos con este bello poema para amenizar las sesiones previas a la lectura. De nuevo presentamos un poema del ilustre autor granadino Federico García Lorca, que esperamos que os guste tanto como a nosotros.


Este poema ha sido disfrutado por el taller de lectura "Letras Mágicas" en una de sus sesiones.







"Verde", de Federico García Lorca
(Música: Ketama. Canto: Manzanita)

Verde que te quiero verde. 

Verde viento. Verdes ramas. 

El barco sobre la mar 

y el caballo en la montaña. 

Con la sombra en la cintura 

ella sueña en su baranda, 
verde carne, pelo verde, 
con ojos de fría plata. 
Verde que te quiero verde. 
Bajo la luna gitana, 
las cosas le están mirando 
y ella no puede mirarlas.

              
Verde que te quiero verde. 

Grandes estrellas de escarcha, 

vienen con el pez de sombra 

que abre el camino del alba. 

La higuera frota su viento 

con la lija de sus ramas, 
y el monte, gato garduño, 
eriza sus pitas agrias. 
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...? 
Ella sigue en su baranda, 
verde carne, pelo verde, 
soñando en la mar amarga.

              
Compadre, quiero cambiar 

mi caballo por su casa, 

mi montura por su espejo, 

mi cuchillo por su manta. 

Compadre, vengo sangrando, 

desde los montes de Cabra. 
Si yo pudiera, mocito, 
ese trato se cerraba. 
Pero yo ya no soy yo, 
ni mi casa es ya mi casa. 
Compadre, quiero morir 
decentemente en mi cama. 
De acero, si puede ser, 
con las sábanas de holanda. 
¿No ves la herida que tengo 
desde el pecho a la garganta? 
Trescientas rosas morenas 
lleva tu pechera blanca. 
Tu sangre rezuma y huele 
alrededor de tu faja. 
Pero yo ya no soy yo, 
ni mi casa es ya mi casa. 
Dejadme subir al menos 
hasta las altas barandas, 
dejadme subir, dejadme, 
hasta las verdes barandas. 
Barandales de la luna 
por donde retumba el agua.

              
Ya suben los dos compadres 

hacia las altas barandas. 

Dejando un rastro de sangre. 

Dejando un rastro de lágrimas. 

Temblaban en los tejados 

farolillos de hojalata. 
Mil panderos de cristal, 
herían la madrugada.

              
Verde que te quiero verde, 

verde viento, verdes ramas. 

Los dos compadres subieron. 

El largo viento, dejaba 

en la boca un raro gusto 

de hiel, de menta y de albahaca. 
¡Compadre! ¿Dónde está, dime? 
¿Dónde está mi niña amarga? 
¡Cuántas veces te esperó! 
¡Cuántas veces te esperara, 
cara fresca, negro pelo, 
en esta verde baranda!

              
Sobre el rostro del aljibe 

se mecía la gitana. 

Verde carne, pelo verde, 

con ojos de fría plata. 

Un carámbano de luna 

la sostiene sobre el agua. 
La noche su puso íntima 
como una pequeña plaza. 
Guardias civiles borrachos, 
en la puerta golpeaban. 
Verde que te quiero verde. 
Verde viento. Verdes ramas. 
El barco sobre la mar. 
Y el caballo en la montaña.

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