Concha Roldán (directora del Instituto de Filosofía del CSIC) |
TEXTOS
1. Sin embargo, hay algo que en la práctica de nuestras sociedades occidentales seguía y sigue sin funcionar en la aurora del nuevo siglo: ni la inclusión de los derechos de las mujeres, ni la proliferación de las denominadas “leyes antidiscriminatorias” han traído la igualdad sexual. Más aún, tanto el umbral de la pobreza en mujeres y niños, como la violencia doméstica y los ataques sexuales a mujeres han aumentado en el llamado “primer mundo”, viniendo a engrosar las estadísticas –mucho más nutridas, eso sí– de todos aquellos países en los que estas leyes brillan por su ausencia (Concha Roldán, “¿Quién le cuelga la responsabilidad a la justicia?”, Revista de dones i textualitat, nº. 9 (2003), p. 46).
2. Las tareas de limpieza y avituallamiento de los hogares parece que, con el apoyo técnico y económico que generalmente se cuenta en nuestras sociedades, les está costando menos a los varones, pero no parece así con el cuidado (lo que realmente cansa y roba tiempo para dedicarlo al ocio –“nuestra verdadera intimidad”– o a hacer carrera profesional o política). Sin embargo, muchos varones se rasgan las vestiduras cuando en los casos de divorcio generalmente se concede la custodia de los niños pequeños a sus madres. Acaso ha llegado el momento de empezar a crear leyes y medidas que contribuyan a acabar con la “discriminación” de los varones en la realización de tareas domésticas y de cuidado, para las que si practican descubrirán que tienen las mismas disposiciones que nosotras... Aboguemos por políticas públicas que contribuyan a la revalorización de las tareas domésticas y de cuidado: seguro que si cada vez más varones las realizan, se revalorizarán automáticamente (Concha Roldán, “¿Quién le cuelga la responsabilidad a la justicia?”, Revista de dones i textualitat, nº. 9 (2003), p. 48).
3. Sabemos que la presencia de mujeres en la ciencia no es condición suficiente para una mejor ciencia, aunque sí necesaria, porque cuando se hace desde el punto de vista de grupos excluidos de la comunidad científica, se identifican muchos campos de ignorancia, se desvelan secretos, se visibilizan otras prioridades, se formulan nuevas preguntas y se critican los valores hegemónicos, es decir, que en todas los ámbitos del saber se descubren las ‘mentiras’ científicas si sabemos mirar con las gafas de perspectiva de género (Concha Roldán, “A modo de epílogo: ausencia en lo ejemplar: feminismo y filosofía de la virtud”, en R. Gutiérrez Aguilar (ed.), Predicar con el ejemplo. Ser y deber (de) ser en lo público, Barcelona, Bellaterra, 2019).
4. El caso de las mujeres no es una mera exclusión de derechos, sino que forma parte central de la construcción de la propia conciencia del varón occidental, que se concibe a sí mismo -como gusta de calificar Ana de Miguel- como un hongo hobbesiano que brota de la tierra sin más, sin deber nada a nadie, y que cristaliza en el individualismo patriarcal. Hemos cobrado conciencia del androcentrismo del conocimiento y la ciencia, es decir, de la identificación de lo masculino con una especie de ser humano neutro que en realidad no existe… Pero aún nos queda mucho camino por recorrer tanto en la recuperación de una genealogía feminista de mujeres, que permita configurar una historia de la filosofía plural e inclusiva y que pueda servir como modelo o como ejemplo a las jóvenes filósofas que se encuentran todavía huérfanas de la tradición escrita de aquellas predecesoras que en la historia han sido (Concha Roldán, “a modo de epílogo: ausencia en lo ejemplar: feminismo y filosofía de la virtud”, en R. Gutiérrez Aguilar (ed.), Predicar con el ejemplo. Ser y deber (de) ser en lo público, Barcelona, Bellaterra, 2019).
5. La conciencia feminista conduce necesariamente a la solidaridad entre las mujeres, a la constitución de un nosotras como única posibilidad de desafiar al sistema de dominación más universal y longevo de los conocidos, el sistema patriarcal. En línea con otras feministas argumenta que si se deconstruye el sujeto “mujeres” se corre el riesgo de renunciar a un sujeto político y reivindicativo sin realizar cambios sustanciales y estructurales en el sistema patriarcal (Ana de Miguel y Concha Roldán "Celia Amorós", entrada en Diccionario de pensadoras españolas s. XIX y XX., Sindéresis, 2020).
6. La literatura sobre la superioridad o excelencia de las mujeres se opone tanto a la consecución de la igualdad como la consideración de inferioridad, al postular una situación de “excepción” (recordemos los catálogos de mujeres célebres) que a la postre es utilizada contra la inclusión de las mujeres en el ámbito “oficial” de los derechos cívicos, esto es, como ciudadanas de pleno derecho en la sociedad (Concha Roldán, “Transmisión y exclusión del conocimiento en la Ilustración: filosofía para damas y querelle des femmes”, ARBOR. Ciencia, Pensamiento y Cultura CLXXXIV 731 mayo-junio (2008), p. 465).
7. […] el libro de Christine de Pizan, La ciudad de las mujeres (1405), y que tuvo su punta de lanza en pleno siglo XVII. Podemos citar como escritos representativos de esta época el de la francesa Marie de Gournay, titulado Egalité des hommes et des femmes (1622), y el de la alemana afincada en Holanda Anna Maria van Schurman, que lleva el nombre de De capacitate ingenii mulieris ad scientias (1638), aunque sin duda el que se convirtió en escrito paradigmático de este movimiento fue aquel publicado anónimamente en París por Poullain de la Barre –hay que agradecer a Celia Amorós el haber sido su introductora en lengua castellana– bajo el título De l’egalité de deux sexes. Discours physique et moral où l’on voit l’importance de se défaire des préjugez (1673), en el que demostraba que el trato desigual sufrido por las mujeres no tiene ningún fundamento “natural”, sino que procede de un prejuicio cultural. A este texto siguió, en 1674, la publicación de un segundo libro anónimo titulado De l’éducation des dames pour la conduite de l’esprit dans les sciences et dans les moeurs, donde se argumenta que las mujeres deben recibir una verdadera educación que les abra las puertas de todas las carreras científicas y políticas, y unos años después se completó la trilogía con el libro titulado De l’excellence des hommes contre l’égalité des sexes, en el que defiende con ironía el punto de vista sexista que prevalecía en su época, ridiculizando los argumentos patriarcales.
Esta tradición de los denominados “defensores de las mujeres” o “querelle des femmes” también tuvo lugar en Alemania, donde Jakob Thomasius (el maestro de Leibniz) había publicado en 1676, junto a Johannes Sauerbrei y Jacob Smalcius, el ensayo titulado De foeminarum eruditione; sin duda fue el hijo del primero, Christian Thomasius, quien más claramente apostara por la igualdad de las mujeres en Alemania, como queda de manifiesto en su Einleitung zur Vernunftlehre (1691), dirigida a todas las personas, independientemente del rango y del sexo.
Acaso Kant no conociera toda la literatura relativa a la “disputa de las mujeres” de su época ni sus antecedentes en directo. Pero, sin duda, tenía que saber de ella a través de uno de sus asiduos comensales, el jurista –y alcalde de Königsberg– Theodor von Hippel (cf. Cavana 255), quien publicó en 1793 anónimamente –llegó a pensarse que Kant era el autor del escrito– el ensayo titulado Über die bürgerliche Verbesserung der Weiber. Hippel parte en este escrito, dedicado al perfeccionamiento de los derechos cívicos de la mujer, de una crítica a la Revolución francesa por no haber aportado nada a la igualdad jurídica de las mujeres, e intenta demostrar que la desigualdad de los sexos no procede de la naturaleza, sino que hay que buscarla en la división del trabajo, la cual originó una posición de poder exclusiva de los varones que apenas cambió con la introducción del derecho civil. Hippel critica la incoherencia de unas leyes que, por una parte, condenan a las mujeres de por vida a la minoría de edad, a la par, que las castigan con la misma dureza que a los hombres: en el momento en que escribe, Olympe de Gouges acababa de ser decapitada en Francia por el Régimen del Terror, poco después de haber publicado sus Droits de la femme et de la citoyenne (Derechos de la mujer y de la ciudadana, 1791) –escrito como reacción a los Droits du citoyen, en los que las mujeres quedaban excluidas de los derechos obtenidos en la Revolución francesa–, donde defendía que “si la mujer tiene derecho a subir al cadalso, también lo tiene de subir a la tribuna”. Hippel considera que la causa de la desventaja en que se encuentran las mujeres en las leyes –escritas por los varones– reside en el miedo de estos ante un posible dominio de las mujeres, y centra su propuesta para lograr el perfeccionamiento de los derechos cívicos de las mujeres a través de la consecución de la igualdad para ambos sexos, algo que en su opinión solo podría alcanzarse por medio de una educación igualitaria
CUESTIONES
• ¿Qué te parece el debate en torno a la “Ley Trans”?
• El papel de la mujer en la historia de la ciencia y la filosofía: ¿las rescatamos solo porque son mujeres? ¿Para darles visibilidad y reconocimiento en la historia? ¿O porque tienen realmente algo importante que decirnos?
• ¿Qué tipo de lenguaje debemos emplear que no sea discriminatorio?
• ¿El feminismo es un discurso contra los varones?
• ¿Crees que la literatura sobre la excelencia de las mujeres se opone a la igualdad?
• ¿Es el cuidado algo femenino por naturaleza?
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