Fco.
Javier Espinosa
Facultad
de Humanidades
Universidad
de Castilla-La Mancha
I. Ejemplo: la política del resentimiento
¿A qué se debe el lenguaje del “y tú
más”, el lenguaje de la inculpación, en la política?
Imagen recogida de aquí |
¿Estamos más concentrados en el pasado
que en el futuro?
II. Los
peligros del pasado: ¿los
muertos entierran a los vivos y el pasado mata el futuro?
1. El pasado nos asedia. El peso de la memoria que
se acrecienta a medida que los siglos pasan. Pareciera que el tiempo filtra los
acontecimientos, pero es un filtro que, hecho historia, se obtura cada vez más.
El tiempo no pasa, sino que se amontona y espesa; es una carga que, a la manera
de un pecado, se hace cada vez más insoportable[1].
¿La memoria es un filtro obturado?
2. El culto al pasado: historiadores que hacen su
trabajo como los anticuarios: recopilan el pasado de manera fragmentaria y
están tan cerca del pasado, que no ven otra cosa. Igual que los anticuarios,
piensan que todo lo que es antiguo y pertenece al pasado tiene valor y todo lo
que es nuevo, no tiene valor. El historiador a fuerza de buscar en el pasado
todo lo que podría explicar el presente, acabaría por admitir que nada nuevo
existe bajo el sol: quedaría prisionero de sus investigaciones e impediría que
nada nuevo sea creado. Se da una creencia de que el pasado se mueve hacia la
situación de hoy, como si hubiera una conexión genética inexorable, como si no
pudiera haber sido de otra manera, como si en el pasado estuviera prefijado in nuce el futuro.
¿Somos prisioneros del pasado cerrados
al futuro?
3. El pasado como ya hecho: lo que nos enseña la
postmodernidad es que la historia no está hecha, es siempre e inevitablemente
una interpretación, la del que la narra; por lo tanto, el pasado se va haciendo
en el presente de acuerdo con las interpretaciones de los diferentes
narradores.
¿El pasado ya está hecho o sigue
haciéndose?
4. ¿La Historia como ciencia
objetiva?
Ser
objetivo es considerar un acontecimiento en sus motivos y consecuencias de tal
manera, con tal pureza, que ese acontecimiento no pueda tener ningún efecto
sobre el sujeto[2].
¿O
es que debería necesitarse una raza de eunucos como vigilantes del gran harén
del mundo histórico? A éstos realmente les sienta muy bien la pura objetividad.
¡Si casi parece que su única tarea fuese la de vigilar y custodiar la historia
para que sólo pudieran salir de ella historias, pero ningún acontecimiento, y
evitar así que las personalidades llegasen a ser «libres»[3].
III. Amar el
futuro
1. “Inocencia es el niño y un nuevo comienzo”[4].
¿Para obrar es necesario
olvidar el pasado?
2. “Para amar la amistad no basta con llevar luto por el
otro, uno debe amar el futuro. Y no hay mejor categoría para el futuro que la
de “quizás”[5].
IV. Ejemplo:
la política del resentimiento
El lenguaje de la inculpación de los
debates políticos a menudo impide la discusión que pueda derivar en una acción
colectiva, porque expresa un espíritu de resentimiento, incita a la defensividad
y hace que las personas se centren más en sí mismas que en las relaciones
sociales que deberían intentar cambiar[6].
[1] M. BENAVIDES, Filosofía
de la historia, Barcelona, Síntesis, p. 443.
[2] M. BENAVIDES, o.
cit., p. 453.
[3] NIETZSCHE, Sobre
la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida, ed. G. Cano,
Madrid, Biblioteca Nueva, 1999, pp. 78-79.
[4] Así habló
Zaratustra. De las tres transformaciones del espíritu.
[5] J. DERRIDA, Politics
of Friendship, Londres, Verso, 1997, p. 29, citado en I. M. Young, Responsabilidad por la justicia, p. 128.
No hay comentarios:
Publicar un comentario